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MA�dicos con buena letra. Nuevo libro del farmacA?logo Carlos Lens

Escrito por José María Fernández-Rúa el 1 abril, 2016 en Reportajes
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FarmacA?logo y economista, Carlos Lens Cabrera es una instituciA?n en el mundo de la industria farmacA�utica y las Administraciones sanitarias. Ha desarrollado una amplia carrera profesional tanto en el sector privado como en la funciA?n pA?blica. Y aA?n le queda mucho porque el conocimiento no se puede jubilar. Condecorado en 2015 con la Cruz Sencilla de la Orden Civil de Sanidad, ha residido en Suecia, Alemania, Estados Unidos y JapA?n. Su interA�s por la literatura le ha llevado a publicar artA�culos en diversas revistas del sector y a tener una columna fija, A�MosaicoA�, en la publicaciA?n especializadaA�a�?Pliegos de Reboticaa�?. Autor de varias novelas (a�?Las monedas de Judasa�?,A�a�?RaA�ces de dolora�? e a�?Historias de ranasa�?) aparece ahora con una nueva obra (a�?MA�dicos con buena letraa�?), de Plataforma Editorial, en la que incluye una selecciA?n de cA?mo los mA�dicos escritores han contemplado y aprehendido conceptos que siguen siendo enigmA?ticos para la mayorA�a, pero que ellos han abordado con pragmatismo y, en ocasiones con escepticismo o cinismo. BIOTECH MAGAZINE ofrece a sus lectores uno de los capA�tulos, en la seguridad que sabrA?n apreciar no solo el amplio conocimiento, sino tambiA�n la magnA�fica prosa de Carlos Lens Cabrera.

MA�dicos con buena letra

a�?Nadie niega a la medicina el carA?cter de ciencia experimental ni al mA�dico el atributo de cientA�fico bien pegado a la realidad. No en vano la medicina se ha separado de la brujerA�a y del empirismo y se ha aliado con la evidencia. La observaciA?n del fenA?meno, la bA?squeda de sus causas y la experimentaciA?n de remedios que alteren el devenir natural de la enfermedad son connaturales a la profesiA?n mA�dica y, por tanto, las conexiones con lo sobrenatural son algo vedado al mA�dico en una primera aproximaciA?n.

El ateA�smo y el agnosticismo han acompaA�ado a no pocos mA�dicos. La oposiciA?n a doctrinas panteA�stas o teocrA?ticas extendidas por todos los A?rdenes y sectores ha favorecido la apariciA?n de posiciones radicales entre los mA�dicos. Incluso en el siglo XX se han registrado numerosos casos de persecuciA?n de mA�dicos por razones religiosas. TambiA�n en EspaA�a, paA�s tolerante en materia religiosa, hay casos notorios como el de PA�o Baroja, cuyo ateA�smo le costA? mA?s de un disgusto. La identificaciA?n simplista de una actitud atea y la afinidad a tesis republicanas o de izquierdas lo obligaron a dejar Vera de Bidasoa y buscar refugio en Francia al iniciarse la Guerra Civil. Ya fallecido, su sobrino Julio Caro Baroja fue objeto de fuertes presiones para evitar que los restos del escritor recibieran sepultura en el cementerio civil de Madrid.

El ateA�smo de PA�o Baroja, no obstante, tiene una raA�z diferente a la de la mayorA�a de los mA�dicos que comparten tales creencias. El escritor vasco fue un gran escA�ptico y esta cualidad impregnA? todas las facetas de su vida. NegA? no solo la existencia de Dios, sino la razA?n de la vida, cuestionA? la tarea de los polA�ticos e, incluso, puso en entredicho el papel de la literatura, negando valor a la narrativa realista. Si, asimismo, se toma en consideraciA?n que Baroja solo practicA? la medicina de forma marginal, cabe concluir que es el escepticismo vital lo que conduce a este escritor hacia el ateA�smo dentro de la coherencia con su planteamiento general.

La idea del ser superior ha estado presente en muchos mA�dicos. No es necesario retrotraerse a la Edad Moderna para encontrar ejemplos. El gran neurocirujano Benjamin Carson, cuyas intervenciones quirA?rgicas son hitos incontestables en la cirugA�a del siglo XX, deja la siguiente reflexiA?n:

Somos algo mA?s que carne y huesos. Hay una cierta naturaleza espiritual y algo de la mente que no podemos medir. No lo encontramos con todo nuestro equipo sofisticado, no podemos controlarlo o definirlo, y, sin embargo, estA? ahA�.

A?CA?mo es posible que una mente privilegiada como la de Carson se aparte de lo tangible al analizar los mecanismos A�ntimos del fenA?meno vital? Este genio de la neurocirugA�a, que da nombre a prestigiosas becas del Hospital Johns Hopkins, arrastra algo mA?s que dA�cadas de avance biomA�dico. Mientras reconstruA�a conexiones neurolA?gicas en cuerpos lacerados, cuando ponA�a a prueba su inigualable coordinaciA?n ojo-mano intentando separar sistemas nerviosos de hermanos siameses, Carson entreviA? las trazas del espA�ritu en las estructuras orgA?nicas que un capricho de la naturaleza dio en torcer.

La trayectoria y la personalidad de Carson lo sitA?an en primerA�sima lA�nea en la medicina del siglo XXI. Por ello, su filosofA�a de hermanamiento entre la idea de Dios y el trabajo duro recobra actualidad, si es que la habA�a perdido en algA?n momento. El hombre de las manos milagrosas (asA� se tradujo al espaA�ol el tA�tulo de su primera obra, Gifted Hands), el afroamericano laureado con la Medalla de la Libertad, el lA�der de equipos mA�dicos que han resuelto casos increA�blemente complejos de neurocirugA�a, merece atenciA?n en sus planteamientos. Sus reflexiones han roto la barrera del tiempo.

RemontA?ndonos a un pasado reciente a��principios del siglo XXa�� encontramos la idea de Dios como refugio ante lo desconocido. Carl Gustav Jung recoge esta lA�nea argumental en varios pasajes de su obra.

El individuo que no tiene puesta su esperanza en Dios no puede resistir por sus propios medios los ataques fA�sicos y morales del mundo. Para lograrlo necesita la evidencia de la experiencia interna y trascendente, que es la A?nica que puede protegerlo de ser absorbido irremediablemente.

Si Carson trabaja con estructuras orgA?nicas, Jung lo hace sobre la mente humana. El discA�pulo de Bleule y Freud estudia la psique humana y sus manifestaciones a��sueA�os, arte, cultura y religiA?na�� y no se arredra ante ningA?n interrogante, abordando cada nuevo escollo con pragmatismo. Su anA?lisis comparativo de las religiones proporciona una sA?lida base a su obra y obliga a abordar su planteamiento del papel de Dios desde posiciones de prudencia.

La cita recogida mA?s arriba es dura, pero asA� son las percepciones de Jung sobre el hombre. Sin embargo, antes de incorporar el materialismo a sus tesis, Jung reconoce en sus Recuerdos, sueA�os, pensamientos que difA�cilmente podA�a compartir la idea de la fe de su padre, pastor luterano. Porque la religiA?n teolA?gica obliga a creer y se disocia de toda experiencia. A pesar de lo cual no procede aplicar a este psiquiatra suizo el calificativo de antirreligioso. Jung buscA? e investigA? las conexiones entre la estructura orgA?nica y el inconsciente, entre la naturaleza y el espA�ritu, y no pasA? de considerar la religiA?n una manifestaciA?n cultural que carece de lugar a la hora de identificar las conexiones entre la enfermedad mental y el organismo. Se halla aquA� una profunda diferencia con Carson, que se abstrae del fenA?meno religioso por considerarlo inexplicable desde el microcosmos humano y se centra en lo inmediato, en la curaciA?n de la enfermedad neurolA?gica sin pretender entender las conexiones con el fenA?meno psA�quico.

Realmente llamativa en el mA�todo de Jung es la ausencia de todo misticismo en la teorA�a de la transferencia sobre la que se articula el enfoque psicoterapA�utico que debe conciliar al yo con el inconsciente. Se puede encontrar un acercamiento al concepto de nirvana como senda de escape ideada por la filosofA�a oriental para las situaciones numinosas a��el sA� absoluto, el no absolutoa�� que tiende a los extremos como verdad. En este planteamiento Jung permite impregnaciones religiosas mientras critica positivamente el reduccionismo freudiano a la esfera de lo sexual.

Poco despuA�s de su ruptura personal con Sigmund Freud, el psiquiatra suizo afirmA? que, basA?ndose en su conocimiento de la mitologA�a y el simbolismo, era posible abrir las diferentes puertas del inconsciente, pero en ningA?n momento mencionA? a Dios, como si tal concepto no existiese a efectos de la investigaciA?n de los fenA?menos psiquiA?tricos. Es una de las notables incoherencias de este autor.

En la evoluciA?n del pensamiento de Carl Gustav Jung se aprecia una tendencia hacia las ciencias ocultas que podrA�a estar detrA?s de esa caracterA�stica tan contradictoria de su filosofA�a que se concreta en negar el papel de ser superior a Dios, pero sin incurrir en la negaciA?n de su existencia. Jung otorga un papel instrumental a Dios, como se desprende de la siguiente frase:

A un hombre puedes quitarle sus dioses, pero solo para darle otros a cambio.

En este contexto se vislumbra un cierto desprecio de Jung por el hombre en tanto que necesita de la idea de Dios para soportar su levedad y hallar fuerzas para enfrentarse al cosmos. Es innegable la conexiA?n con los postulados materialistas de la A�poca.

Retrocediendo hasta los tiempos de la Reforma, cabe citar a un Miguel Servet con tintes panteA�stas tras haber negado la existencia de la Trinidad. En su Christianismi Restitutio escribiA?:

Dios estA? en todas las cosas. El mundo estarA? lleno con A�l.

El teA?logo aragonA�s estaba en plena efervescencia creativa y no vacilA? en enfrentarse a la doctrina oficial, lo que le costA? exilios y persecuciones tanto por parte de la InquisiciA?n como de los reformadores. En su etapa panteA�sta llegA? al anabaptismo y puso en tela de juicio numerosos dogmas de la Iglesia, pero en ningA?n momento llegA? a cuestionar la existencia de Dios.

Jung esquivA? la nociA?n de A�DiosA�, y Servet la tuvo presente a lo largo de toda su obra. Los estudios realizados desde el siglo XIX posicionan al erudito aragonA�s como mA?rtir de los librepensadores. Es cierto que su cautiverio y muerte poseen grandes dosis de venganza ante el atrevimiento a enfrentarse a la doctrina imperante, pero no es menos cierto que el teA?logo concibiA? humanidad y divinidad como un todo continuo.

Lo divino ha bajado hasta lo humano para que el humano pueda ascender hasta lo divino.

Incluso el descubrimiento de la circulaciA?n pulmonar se apoyA? mA?s en el mA�todo teolA?gico que en el cientA�fico. Servet considerA? que el alma humana reside en la sangre y, valiA�ndose de este medio, el carA?cter divino que el autor reconociA? en Jesucristo estarA�a presente en todos los seres humanos y se esparcirA�a por todo el organismo. En los anA?lisis de las religiones efectuados por Jung este planteamiento panteA�sta no es A?nico ni exclusivo de la filosofA�a posmedieval. Numerosas religiones orientales ubican el alma en el abdomen. El psiquiatra suizo va bastante mA?s lejos, pero no abandona la idea primigenia gestada cuatro siglos antes.

De una manera u otra somos partes de una sola mente que todo lo abarca, un A?nico A�gran hombreA�.

Aparece asA� la idea de la crA?tera o mente comA?n en la que Jung hace confluir lo inconsciente y lo oculto y de la que, volviendo a sus investigaciones iniciales, partirA�an los fenA?menos parapsicolA?gicos y las enfermedades de la mente.

El hindA? Deepak Chopra, ayurvedista contemporA?neo ocupado en la interrelaciA?n entre mente y cuerpo, aporta elementos innovadores, no tanto porque sean novedosos a��no lo sona��, sino porque entran en juego en un momento de mayor apertura a los conceptos externos. La teologA�a cristiana ha sido muy reticente a tratar conceptos y dogmas procedentes de otras creencias. No es necesario remontarse a los tiempos de la InquisiciA?n para hallar ejemplos de intolerancia. RecuA�rdese la ejecuciA?n de las brujas de Salem, bien avanzado el siglo XIX, y compA?rese este acontecimiento con el inicio del siglo XXI. Desde PA�o XII los pontA�fices vienen siendo ejemplo de tolerancia y de acercamiento entre las diferentes religiones.

Chopra desarrolla su trabajo en California, lo que lo convierte en un asiA?tico desplazado que mantiene sus creencias y que aplica su gnosis de origen a resolver problemas en una sociedad hiperdesarrollada que busca remedios y soluciones en cualquier lugar. Uno de los interrogantes angulares es, para Chopra, la necesidad de conocerse mejor a uno mismo. Pero el mA�dico hindA? no se conforma con la idea de que ese conocimiento actA?a como motor para introducir mejoras en todas las esferas del individuo, desde la aceptaciA?n de la enfermedad, y por ende la iniciaciA?n del proceso participativo en que la cooperaciA?n del paciente coadyuva a la curaciA?n o la paliaciA?n de la enfermedad, hasta la implementaciA?n de meca nismos de superaciA?n de los desafA�os personales o la introducciA?n de la asertividad para facilitar las relaciones sociales. Chopra incorpora en este contexto que esa mejora del autoconocimiento tiene que ver con la participaciA?n de Dios en el fenA?meno aparentemente humano.

Dios es nuestro mA?s elevado instinto de conocernos a nosotros mismos.

Chopra coincide con Jung en la participaciA?n de Dios en los fenA?menos psicolA?gicos, pero le otorga un valor infinitamente mA?s elevado. En su obra Conocer a Dios expone que es absolutamente posible acercarse a la idea del ser superior desde la levedad del ser humano. BastarA�a con abdicar de la plA�tora de prejuicios que se acumulan en el devenir del hombre para comprender la esencia de lo divino, porque esta estA? presente en el origen del hombre. En esta obra Chopra se aleja de los principios cuA?nticos a los que atribuye categorA�a de vector en la curaciA?n por aplicaciA?n de la medicina ayurvA�dica.

Este autor hindA? hace recordar al ilustre Arthur Conan Doyle, mA?s conocido por sus novelas policA�acas que por su prA?ctica mA�dica.

Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad.

Puede considerarse flema britA?nica de principios del siglo XX o figura literaria, pero el creador de Sherlock Holmes transporta al lector con esta frase al pragmatismo mA?s recio, incluso rayano en el materialismo dialA�ctico. Benjamin Carson participa de este enfoque, aunque lo haga desde una posiciA?n mucho mA?s humilde, forjada a travA�s de millares de horas en que su ojo y sus manos se afanaban, coordinados, deshilando neuroconexiones imperfectas. Dos mentes brillantes que comparten una filosofA�a comA?n expresada mediante un artificio literario de reducciA?n al absurdo.

La razA?n no tiene dueA�o. No es mA?s que un convencionalismo, pero millones de pensadores han navegado por el ocA�ano del razonamiento buscando la certidumbre y el conocimiento. No pocos mA�dicos han investigado sobre Dios y lo oculto sin encontrar la respuesta final. Probablemente no existe, o al intelecto humano le es negado arribar a tan recA?ndito puerto.

En la travesA�a, no obstante, muchos escritores a��algunos de ellos mA�dicosa�� nos han dejado el regalo de sus obras. Su recuerdo ilustra nuestros pasos de hoy y del futuro.

Como se puede apreciar, hasta el momento no se ha hecho menciA?n a autores religiosos, con la excepciA?n del teA?logo Servet. Ha habido escritores que, ademA?s de ser mA�dicos, hicieron profesiA?n de fe. En ellos se han combinado la medicina, la literatura y la vida religiosa, lo que otorga una relevancia indiscutible a sus aforismos, pero, en contraposiciA?n, presenta sus obras literarias tan impregnadas de misticismo religioso que inevitablemente conlleva la calificaciA?n de sesgados a los mensajes de estos autores.

Entre los mA�dicos escritores de sotana figuran algunas personalidades tan brillantes como FranA�ois Rabelais y NicolA?s CopA�rnico, indiscutibles por sus obras y la trascendencia de estas. A la hora de citar a un religioso mA�dico y escritor no procede olvidar a Pedro Arrupe. Este jesuita misionero es una referencia contemporA?nea de amor a Dios y entrega a los demA?s. EstudiA? toda su vida y entregA? los mA?s denodados esfuerzos a una tarea que aA?n parece imposible, como es la evangelizaciA?n de JapA?n, y lo hizo viviendo con una sonrisa y teniendo presente a Dios en todo momento.

Nada es mA?s prA?ctico que encontrar a Dios, que amarlo de un modo absoluto, y hasta el final. Porque aquello de lo que estA�s enamorado, lo que arrebate tu imaginaciA?n, lo afectarA? todo.

Pedro Arrupe se distinguiA? por su entrega a las misiones que su congregaciA?n le encomendA? y nunca desfalleciA?, ni en los peores momentos, cuando las autoridades niponas cuestionaron la presencia de occidentales en el paA�s, ni tras la explosiA?n de la bomba atA?mica en Hiroshima perdiA? el foco o se dejA? llevar por la desazA?n. Todo lo contrario: se arremangA? y luchA? contra la adversidad a la vez que ayudaba a cuantos lo rodeaban. Su fe en Dios la acompaA�A? siempre el amor a los hombres.

Arrupe peca de divinista en sus escritos, pero esta faceta no puede orillar el valor del legado de este jesuita para quien la fe y la confianza en el gA�nero humano pueden con todo. Esta actitud coherente dota a sus mensajes de una fuerza arrolladora. Los creyentes argumentan que este tipo de personas precisan de pocas demostraciones sobre la posiciA?n de Dios en el universo, que no sobre su existencia.

El camino que los mA�dicos escritores han seguido a lo largo de la historia para interpretar el fenA?meno de la divinidad es sinuoso. Se aleja de estructuras filosA?ficas y se centra en relaciones muy prA?ximas, como la expuesta por Benjamin Carson, que parece hallar a Dios y a su estela espiritual entre microestructuras anatA?micas que carecerA�an de en tidad en estado de aislamiento, pero que cobran vida con su uniA?n. Una primera interpretaciA?n del pensamiento de Carson acerca al lector al vitalismo asentado sobre procesos moleculares, pero este enfoque adolece de simplismo. El gran neurocirujano podrA�a haber palpado el espA�ritu cuando, inmerso en estructuras anatA?micas dolientes, buscA? sentido a lo que estaba haciendo. Algo semejante sucederA�a con otros autores, como Jung, que parece entremeterse en el entramado psA�quico con los mismos objetivos.

Muy apartado se situarA�a Doyle con su reduccionismo al imposible y su nihilismo investigador. En otro extremo figurarA�an Servet y Arrupe, e incluso Chopra. Pero no se trata de analizar y debatir sobre las creencias de cada uno de estos autores, sino de observar y apreciar lo que el mA�dico escritor piensa sobre Dios.

Con planteamientos muy diversos, los mA�dicos escritores se adhieren al pragmatismo y se abstienen de enfoques profundos sobre la figura divina; con la excepciA?n de algA?n ilustrado en teologA�a, lo habitual es aceptar una significaciA?n difA�cilmente explicable en la que el ser superior estA? presente, pero se manifiesta de modo a veces sutil y a veces dominante, de modo que la mente humana se enfrenta a contradicciones que la hacen ir y venir, creer y negar. El mA�dico camina por la senda de la vida con una mano pegada a la enfermedad y esta presencia lo obliga a ser prA?ctico, lo que en alguna ocasiA?n conduce al nihilismo. En otras, la figura de Dios emerge con majestuosidad y torna innecesaria cualquier justificaciA?n.

Pragmatismo y observaciA?n son dos de las claves de la profesiA?n mA�dica, pero quizA? no son aplicables in toto a la aprehensiA?n de la divinidad. El escritor, por el contrario, podrA�a estar mejor dotado para esta tarea, que se demuestra aA?n mA?s difA�cil que las labores misioneras de Pedro Arrupe. La mente del escritor vuela con mayor libertad que la del cientA�fico y en ocasiones permite la comuniA?n de la ciencia con las necesidades no cubiertas de una o mA?s especies. En todo caso, Dios sigue siendo una meta difA�cilmente alcanzable para cualquier pensador.a�? 

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