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Nuestro compromiso: innovación para los pacientes

  • Por Humberto Arnés, Director General de Farmaindustria

Escrito por Redacción Biotech Magazine el 28 junio, 2018 en Nacional
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De la mano del avance imparable de la genómica y la proteómica, la medicina de precisión es ya una realidad que ha comenzado a transformar las bases del diagnóstico y el tratamiento de numerosas patologías, y en especial de aquellas que tienen su base en mutaciones genéticas, como el cáncer.

Nadie duda de que este proceso transformador será cada vez más determinante en el futuro, sobre todo a medida que sea posible lograr un uso eficiente de lo que conocemos como el big data biomédico, esto es, la enorme cantidad de información clínica disponible en los sistemas sanitarios y que, gracias al desarrollo de la digitalización, es ya posible explotar para beneficio del paciente, por supuesto con las máximas garantías en términos de protección de datos personales.

La medicina de precisión supone un reto mayúsculo para todos los agentes sanitarios, desde las administraciones hasta los profesionales, pasando por los gestores,  y en especial para la industria farmacéutica, un sector estratégico y protagonista de esta nueva forma de entender la medicina que ya está cambiando nuestra manera de afrontar el cuidado de la salud.

Lo que ha permitido llegar hasta aquí es un modelo de investigación en el que participan muchos agentes, capaz de soportar los 10-12 años de desarrollo que necesita un medicamento para llegar al mercado, con una inversión de más de 2.400 millones de euros y con un riesgo tan alto que hace que sólo uno de cada diez mil moléculas iniciales llegue a comercializarse y que solo 1 de cada 10 que entran en fase clínica llegue a aprobarse; además, una vez comercializado sólo tres de cada diez medicamentos recuperan lo invertido.

Es un modelo de éxito, sin duda mejorable, pero que no podemos poner en riesgo. La investigación biomédica es hoy abierta, colaborativa e internacional, y en ella la industria farmacéutica juega un papel impulsor trabajando con hospitales y centros de investigación en todo el mundo, lo que hace de la industria el gran dinamizador del tejido investigador biomédico.

El sector farmacéutico innovador, que es el líder en inversión industrial en I+D en España (21% del total), se halla por tanto en medio de un profundo proceso de transición hacia un nuevo concepto de tratamiento que se ajusta de forma cada vez más precisa al perfil de la enfermedad de cada paciente, ofreciendo soluciones cada vez más efectivas, con menos efectos secundarios y una mayor repercusión favorable en la calidad de vida de las personas afectadas.

La apuesta de la industria farmacéutica en este sentido se está dejando ver en todas las fases de la I+D de nuevos medicamentos, donde ya se están empleando nuevos diseños de ensayos clínicos de base genómica (los llamados basket trials y umbrella trials) que en el caso del cáncer, por ejemplo, se centran más en el perfil genético de cada tumor que en el órgano donde aparece.

Estos y otros desarrollos, por ejemplo los que tienen lugar en el ámbito de la terapia celular, están empezando a dar sus frutos en forma de nuevos tratamientos en ámbitos como el de las inmunoterapias, donde destacan las terapias con linfocitos T-CAR, que ya están logrando frenar tumores que hasta ahora no contaban con alternativas terapéuticas efectivas, y seguirán haciendo posibles avances que nos sorprenderán en los próximos años.

Pero si queremos garantizar que este progreso científico que viene liderando la industria farmacéutica siga avanzando como hasta ahora es preciso progresar también en la medición de los resultados de salud de la innovación, un concepto clave para asegurar su sostenibilidad futura y el acceso de los pacientes en condiciones de equidad, algo perfectamente posible siempre que tengamos todos los datos encima de la mesa. Y los datos, apoyados en una vasta evidencia científica, nos confirman la eficiencia de las innovaciones en el sentido de que, pese a suponer lógicamente un mayor coste en el corto plazo, a medio y largo suponen retornos a la sociedad y a la economía productiva que pueden multiplicar hasta por ocho los costes iniciales.

Sobre esta base, y teniendo en cuenta además que las nuevas terapias personalizadas se aplican a menos pacientes, lo que limita también su impacto inicial, hemos de ser capaces de superar la visión presupuestaria (de corto plazo) que tradicionalmente ha caracterizado los planteamientos de política sanitaria y afrontar el futuro con unas miras más amplias. Es así como lograremos conciliar, ahora y en el futuro, la sostenibilidad del sistema sanitario y la garantía de acceso de los pacientes a las nuevas terapias en condiciones de equidad, un doble objetivo con el que la industria farmacéutica está firmemente comprometida.

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